Historia taurina de El Álamo

La tauromaquia en El Álamo tiene sus raíces en la cultura rural y ganadera de la zona. Durante los siglos XVII y XVIII, cuando el municipio se consolidó como villa independiente, las actividades agrícolas y ganaderas fueron fundamentales. La presencia de pastos y dehesas favoreció la cría de ganado, incluyendo toros bravos, que con el tiempo se vincularon a los festejos populares.

Uno de los primeros indicios de la afición taurina en El Álamo podría relacionarse con la llegada del cuerpo de San Isidro Labrador en 1619. Según la tradición, Felipe III, enfermo en Casarrubios del Monte, solicitó la intercesión del santo, cuyo cuerpo descansó una noche en la Venta de El Álamo. Este evento, aunque no directamente taurino, reforzó la devoción religiosa que más tarde se asociaría con las fiestas patronales, donde los toros comenzaron a desempeñar un papel central.

El siglo XX marcó un punto de inflexión para la tauromaquia en El Álamo. Con el crecimiento poblacional y la mejora de las comunicaciones con Madrid, el municipio empezó a destacar por sus festejos taurinos. Hasta mediados de siglo, los eventos se realizaban en plazas portátiles, como la propiedad de la peña local, que se alquilaba para las fiestas.

En 1998, la construcción de una plaza de toros fija, “La Chacona”, reflejó la ambición del municipio por consolidarse como un referente taurino. La plaza recibe su nombre de «La Chacona» en homenaje a Gonzalo Chacón, una figura histórica clave en la fundación del municipio.

Nombrar la plaza «La Chacona» es una forma de reconocer su legado, conectando la identidad taurina del municipio con sus raíces históricas. Construida en 1998 e inaugurada en 1999, la plaza refleja la importancia de la tauromaquia en la cultura local y perpetúa el vínculo con su pasado.

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