El novillero, salido de la Escuela de Guadalajara, se ha colocado en la Final a Tres por méritos propios, alzándose primero en el escalafón del certamen. Una nueva tarde por delante para seguir mostrando a la afición quién es Cid de María
Natural de Alcalá de Henares, aunque afincado en Yunquera de Henares (Guadalajara), se considera a sí mismo como “una persona graciosa, que le gusta vivir el momento y disfrutar de la compañía”.
Llegó al Circuito ocupando la plaza de intercambio, algo que podría suponer una responsabilidad mayor, pero en su caso no es así, “al final el toro sale para todos y en la plaza cada uno nos medimos de una manera y eso es lo que llega arriba”. Ha tocado pelo en cada tarde que ha hecho el paseíllo, 2 orejas en Brea de Tajo, 1 oreja en Talamanca y mismo resultado en San Martín de Valdeiglesias. No ha sido fruto de la casualidad, “cada tarde me he entregado y al final la recompensa llega”. Además, ha pasado a la final liderando la clasificación “algo de lo que estoy orgulloso, pero pensando en las cosas que mejorar”.
Su evolución durante el certamen la destaca en “un proceso lento, he toreado únicamente 3 novilladas esta temporada, pero me está sirviendo mucho”, aunque espera que en la Final a Tres “se pueda terminar de ver esa evolución que quiero mostrar”.
Los miedos, un tema que se da por supuesto pero muy presente en la profesión de los toreros. El que prima por encima de todos es “la responsabilidad al fracaso”. Fuera de la plaza, los similares a cualquier otra persona, “a perder a mi familia o a que mis seres queridos en los días importantes no estén al lado mío”.
Una de sus principales características es la conexión con los aficionados porque “cuando un torero se entrega y es sincero, el público entra solo”. No tiene supersticiones alejadas a la de otros toreros. Habitúa a “no dejar la montera en la cama, dejar la luz del hotel encendida y entrar el último en el paseíllo”.
Estando sentado en el tendido de Las Ventas, sería imposible no imaginar un cartel soñado en dicho marco. Cid de María tiene claro “que hubiera sido con el maestro Antoñete, un torero de Madrid y al cual he admirado desde pequeño”.
De sus compañeros destaca, “la personalidad distinta a los demás que tiene Jarocho” y de Centenera, “que tiene un concepto del toreo que a todos los aficionados le llama”.