«Pero no se lo pierdan»

Leticia Ortiz – Directora de La Tribuna de Cuenca

“No canta ni baila, pero no se la pierdan”. Así se supone que resumió The New York Times una actuación de Lola Flores en la Gran Manzana. Los estudios posteriores en los archivos del prestigioso diario norteamericano aseguran que aquella frase nunca apareció en sus páginas, pero en el imaginario popular quedó para siempre aquella sentencia que definía a la perfección ese ‘algo especial’ que tenía La Faraona, tan alejado de la ortodoxia y la técnica perfecta, pero que enloquecía a las masas. Un ‘algo especial’ que no se debe confundir con el ‘duende’, tan flamenco y tan torero, sobre el que han teorizado críticos, literatos y artistas. El “soplo” que decía el genio Rafael de Paula, y que tiene más que ver con esos momentos de inspiración casi divina que llevan el arte a su expresión más pura en cada gesto, en cada movimiento… El “no se la pierdan” de la leyenda apócrifa de Lola Flores tiene más que ver con la heterodoxia, la pasión y sobre todo, el carisma, ese que permite a un artista -y los toreros lo son- llenar un escenario -o un ruedo- con su sola presencia, haciendo que el público entre en total comunión con ellos pasando por alto sus posibles carencias técnicas o incluso artísticas. Lo detalló a la perfección desde el mismo título el crítico taurino riojano Pedro Mari Azofra en su libro Toreros que aplaudió la mayoría, en el que recordaba a un puñado de matadores que habían conquistado la Fiesta desde la heterodoxia pero con el denominador común de ese ‘algo especial’ que no servía para escribir romances poéticos pero que llenaba las plazas. 

Desde que arrancó este segundo Certamen de Novilladas de Castilla y León, Jesús de la Calzada demostró que su manera de entender y expresar el toreo tenía que llevar aparejada por fuerza la coletilla de “no se lo pierdan”. Más allá del valor seco, a veces rozando el tremendismo tan de moda, que ha evidenciado, y de aquello de “estar en novillero”, que siempre se agradece, el salmantino ha dejado constancia desde que debutase con picadores en Villalpando que posee una personalidad propia y marcada que encandila al público y que le ha llevado en volandas hasta la final y quién sabe si hasta el triunfo en este Certamen. Con la base de la técnica, fundamental en quienes llevan el sello de la Escuela Taurina de Salamanca, De la Calzada ha sorprendido por su concepto más cercano a esa heterodoxia que siempre ha tenido su hueco -y su éxito- en la Tauromaquia, pero que parecía arrinconada en una época en la que se busca y se prima la excelencia por la vía más tradicional. Un soplo de aire fresco que, de momento, ha convencido a público y jurado. Son sus armas de cara a la cita de Tordesillas, muy distintas a las de su compañero y rival Ismael Martín. Pero la Fiesta es tan grande y tan diversa que caben, cabemos, todos.

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