Soñar en un salvavidas

Vivir en torero. Qué difícil es. Unos lo hacen desde su estatus de figura, otros desde la medianía del escalafón y otros sin apenas torear. Estos últimos intentan vivir con dignidad en un mundo en el que son toreros sin ver toros. Pasión a una profesión, que en la mayoría de ocasiones no encuentra recompensa a los años empeñados. En ese punto se encuentra el salmantino Álvaro de la Calle, que lleva años cumpliendo la faceta de ‘sobresaliente’. Un papel que permite enfundarse el traje de luces, aunque no de la manera deseada: tomar la batuta de imprevisto sabiendo que un compañero no regresará de la enfermería. En Madrid demostró lo compleja que resulta esta labor. Algo parecido le ocurrió en 2013 en Gijón, pero no para dar lidia a cinco toros de diferentes ganaderías y encastes. ¿Cambiará el destino de De la Calle?

Es el camino de los ‘modestos’ en el que tantos se hayan inmersos. Mientras las salidas son mínimas, una serie de toreros de reducido bagaje buscan poner luz a los años de ostracismo en la Copa ‘Chenel’. Un olvido asumido como lógico tras tomar la alternativa que ahora ve una vía de escape, encauzada como ‘oportunidad’, en un radio con epicentro en Las Ventas. No por todos aceptado como justo en cuanto a criterios de selección, el único representante de Castilla y León en este circuito será el salmantino Damián Castaño. Como ejemplo, Fernando Adrián. El ganador de la pasada edición, aún todavía sin encontrar un rédito a su proyección en los carteles que la temporada va sumando, confirmará en San Isidro. Una cita para corroborar el alcance de su valía. A pesar de dar el salto al escalafón superior en 2013, el madrileño de Torres de la Alameda apenas lleva una decena de corridas desde entonces y no hay que desdeñar que ha sido uno de los novilleros con picadores más importantes de la última década.

Es curioso cómo Ortega, Aguado o Roca Rey, ahora pilares fundamentales de los grandes carteles, no coparon la primera posición en sus años como novilleros, pese a firmar tardes importantes. Al tren del peruano muchos se subieron en abril de 2015 cuando salió por la Puerta Grande de Las Ventas, pero al de los sevillanos no todos lo vieron pasar. Como aquel ojeador del Real Madrid que no terminó de ver a Pedri. El último en despertar del letargo al aficionado fue Tomás Rufo.

La aparición de los circuitos por comunidades es un aura de luz para las nuevas generaciones. Soñar en un salvavidas. Ahí están los ejemplos en los últimos recientes años de Diego San Román, Isaac Fonseca o Manuel Perera.

En Castilla y León está el caso de Manuel Diosleguarde, que pese a ser el ganador del circuito al año pasado el ambiente novilleril ya se va diluyendo en la que es su cuarta temporada en el escalafón al no haber podido dar con una línea de progresión que enlace directamente con el doctorado. Algo parecido le pasó al también salmantino Antonio Grande, que tras la final del serial autonómico sus opciones se han ido disecando. Todo lo contrario que el abulense Sergio Rodríguez, que consiguió el reconocimiento del aficionado con su firme paso por el ciclo castellano y leonés y que ahora pondrá en liza en el de la Comunidad de Madrid. Sin pensar en pisar el freno. Como un ‘primafrío’ en pleno paro del transporte. Lo que son las ganas de ‘querer ser’. El camino sigue complicándose y el panel de la criba es cada vez más grande. Y es que el objetivo final de todo torero, más allá de vivir con dignidad en esta dura profesión, es copar uno de los puestos de los elegidos.

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