
Rubén Núñez es uno de esos soñadores que, apoyado por su familia desde la distancia, tomó la decisión de ir por sus sueños. En la Escuela Taurina de Anchuelo encontró a su nueva familia y el mejor apoyo para lograr sus objetivos.
La afición del mexicano nació de manera fortuita al encontrar los trajes, capote y muleta de su padre, que fue novillero en Guadalajara, México. Desde entonces, y pese a algún susto, nadie pudo quitarle de su camino para ser matador de toros.
De su país natal viene su gran referencia en cuanto a la manera de torear y a la concepción de entender el mundo del toro. Ese es Joselito Adame, de quien destaca su pureza, verdad, elegancia y variedad.
Durante su infancia y adolescencia practicó otros deportes como el fútbol, aunque reconoce que era “bastante malo”, o el fútbol americano. También, tiene gran afición por el mundo del arte. En concreto, el arte contemporáneo, la danza y el ballet.
El novillero confiesa que en el ruedo va a ser “el mismo y sincero con el público”, y si ello le lleva a ser alguien grande, será “la persona más feliz”.
En pleno alarde de sinceridad reconoce que se vuelve “paranoico” cuando reflexiona sobre la facilidad del paso del tiempo. En la misma línea, dice que “no puedo decir que daría la vida por el toro puesto que disfruto y quiere vivirla”.
En lo referente a su duelo con Álvaro de Chinchón cree que es “un torero muy técnico, de gran valor y con capacidad para conectar con el tendido”. No obstante, desea que llegue el día de su debut en el Circuito de Madrid porque no se va a dejar nada en el tintero y va a demostrar “quién es Rubén Núñez”.