Este podría ser perfectamente el título que encabezara una redacción de aquellas que mandaban realizar en el colegio cuando finalizaba el verano y comenzaba un nuevo curso escolar. Muchos fueron los veranos que pasé en aquella acogedora ciudad del norte de Palencia -de la que tengo raíces-, porque Herrera de Pisuerga ostenta el título de ciudad. En la Pisoraca romana, archiconocida por su Festival del Cangrejo, hay datos que indican que, al menos desde el siglo XVII, se corrían toros en fechas especiales como San Zenón o el Corpus. Hoy en día, posee una coqueta plaza de toros ubicada en lo alto de la ciudad -desde donde puede contemplarse una bella panorámica de la huerta de Herrera-, sobre las ruinas de lo que fuera el Castillo del Duque de Frías. La plaza fue inaugurada el miércoles 24 de septiembre de 1952 con una novillada picada de cinco novillos de la ganadería de Dña. María Teresa Oliveira, de El Escorial. El primer novillo fue lidiado a caballo por la amazona argentino-portuguesa Marimén Ciamar y los cuatro novillos restantes fueron lidiados a pie por Juan Montero y Pedro Martínez “Pedrés”. Muchas novilladas he presenciado en este coso herrerense cada tercer domingo de septiembre, fecha en la que se celebra el día de Ntra. Señora la Virgen de La Piedad, que puede venerarse durante todo el año en su ermita -visita obligada para todo visitante- que, además de constituir un lugar emblemático para el recogimiento y la oración, alberga la capilla sixtina de Palencia, gracias a las pinturas de Mariano Lantada.
Precisamente en la plaza de toros de Herrera, entre las aguas procedentes del río Pisuerga y su afluente, el río Burejo, y del Canal de Castilla tuvo lugar el alumbramiento de esta hermosa locura y el pasado 5 de junio partió el tren de la estación de Herrera de Pisuerga cuando sonaron los clarines y timbales de su plaza y se abrió la puerta de toriles de esta liga nacional de novilladas. Aquella tarde Antonio Grande, Manuel Diosleguarde y Valentín Hoyos derrocharon su arte ante novillos de La Ventana del Puerto, Puerto de San Lorenzo y Antonio Palla. Ese fue el inicio del circuito de Castilla y León… y de todo. Después el tren recorrió Andalucía y Madrid y ahora se acerca a la zona más septentrional de la Península con estación en el ignaciano coso de Azpeitia, Cangas de Onís, Orozko, Santoña, Arnedo, Molledo para llegar felizmente a su destino, para llegar a Santander. Igual que el tren de regreso de los veranos de mi infancia, con origen en Herrera de Pisuerga y destino Santander.
Javier Loricera