Si repasamos la última actualización de la base de datos del ministerio de Cultura, correspondiente a 2020, podemos ver que en España sigue habiendo casi 700 novilleros en activo de menos de treinta años de edad. Pese al hostigamiento político y el ninguneo mediático que ha sufrido el toreo en la última década, el sueño de ser torero sigue vivo.
A nadie escapa, en cualquier caso, que una cosa es que la llama no se apague y otra que brille como antes. Hace una década, el número de novilleros en activo de menos de treinta años de edad se situaba cerca de los 950. Se ha producido, pues, un descenso superior al 25% en el número de jóvenes que sueñan con tomar la alternativa y alcanzar el estatus de matadores de toros.
Por tanto, el sector taurino está obligado a reflexionar sobre la evolución que ha seguido el circuito novilleril, donde no solo se observa una caída en el número de aspirantes, sino que también se constata una caída muy notable en el total de espectáculos celebrados. De 2010 a 2019, la cifra de novilladas con picadores se redujo de 358 a 222, mientras que los festejos sin los del castoreño pasaron de 369 a 234.
En total, hemos pasado de 727 a 456 novilladas, lo que supone un descenso del 37%. Pero esta caída no es homogénea, sino que está muy ligada al colapso de la actividad taurina en los pueblos. Así, 215 de los 271 espectáculos que han dejado de celebrarse tenían lugar en cosos de Tercera o Cuarta categoría.
En mis intervenciones en el Canal Toros, de Movistar Plus, y esToros, de esRadio, procuro insistir en la idea del “iceberg” taurino. Como sabemos, estos grandes témpanos de hielo que flotan sobre gélidas aguas tienen la peculiaridad de que solo una fracción de su superficie total sobresale del agua, mientras que la parte sumergida tiene una gran dimensión que supone alrededor del 80% de la pieza.
Con los toros pasa algo muy parecido. Como vemos, el 80% de las novilladas que han dejado de celebrarse tenían lugar en los pueblos de nuestro país. Por tanto, son espectáculos de bajo perfil que se desarrollan al margen de los focos que iluminan las grandes ferias. En parte, es hasta normal que la élite del sector haya sido incapaz de advertir esta sangría porque, en el fondo, se ha producido muy lejos de su circuito.
El “cerrojazo” de una plaza como Barcelona fue algo muy visible. En cambio, el declive de la actividad taurina en cientos de municipios de pequeño tamaño ha sido un fenómeno silencioso pero imparable, que ha terminado reduciendo significativamente el tamaño del mercado taurino, al golpear de manera muy dura sus estructuras de base.
El proyecto de la Liga Nacional de Novilladas, impulsado por la Fundación Toro de Lidia, es un intento ilusionante de revitalizar este circuito e impulsar una propuesta de futuro, basada en maximizar la exposición de los novilleros (a través de televisiones autonómicas y redes sociales) y provocar el interés del aficionado (con un formato de competición que también se cuida de ofrecer una amplia baraja de hierros ganaderos). El proyecto piloto de 2021 está resultando muy interesante y debe sentar las bases para la progresiva mejora de la iniciativa.
La sugerencia que yo plantearía consistiría en complementar el torneo con una fase final, que podríamos denominar Superliga Nacional de Novilladas. Al final de la temporada, esta última ronda reuniría a los triunfadores de los distintos circuitos regionales, enfrentándolos en una fase final que tendría como última meta el coronar a los mejores novilleros del momento. Jugando con las fechas del calendario, este remate podría tener lugar al final de la temporada, cuando las grandes ferias ya hayan llegado a su fin y el aficionado pueda prestar más atención a esta suerte de “traca final”. De hecho, me atrevo a plantear también la posibilidad de documentar la convivencia, el entrenamiento y la lucha de esos finalistas, con un formato de telerrealidad similar a lo que fue en su día el pionero programa “Eres torero”, conducido por Julián López El Juli en el Canal Toros de Movistar Plus. Y, concluyo, también pienso que tendría sentido explorar la posibilidad de que esa fase final, esa Superliga podría ser emitida “en cadena”, con transmisiones simultáneas en los canales autonómicos de comunidades como Andalucía, Castilla La Mancha, Castilla y León, Extremadura o Madrid, donde la presencia de los toros es habitual y recurrente.