Por Carlos Palacio
Este domingo, en Valdetorres del Jarama, el Circuito de Novilladas de Madrid cobra un valor añadido, el de la competencia entre dos regiones con un profundo arraigo taurino, como lo son Madrid y Valencia. Dos escuelas diferentes, una más prolija que otra en cuanto al número de matadores de toros aportados al escalafón, pero ambas con un peso importante en la historia de la tauromaquia española y movidas por el afán de una formación integral, primero la del ser humano y después la del torero.
Sin embargo, aunque la filosofía inicial de ambos centros mantenga un discurso semejante, lo cierto es que en el ruedo ambas siempre quieren destacar sobre la otra. Esa sana competencia de formar al mejor torero o de salir triunfadora en la tarde en la que sus alumnos se encuentran en el ruedo siempre está latente.
Si bien Borja Collado llevaba un tiempo apartado de la profesión, después de haberse convertido en el novillero valenciano con más proyección, también es verdad que ha regresado con una mayor decisión, si cabe, y una madurez superior, que vienen a hacer más solida su apuesta, como se pudo comprobar la tarde del diluvio en Navas del Rey. Es cierto que tan sólo lo vimos con un novillo, pero las complicaciones de un ruedo enfangado y del utrero de Guerrero y Carpintero, que nunca le puso las cosas fáciles ni a él ni a su cuadrilla, fueron suficientes para dejar una clara muestra de su firmeza, concepto y determinación.
Por eso Borja parece una apuesta segura y, sin duda, el mejor candidato que Valencia podía enviar a un circuito como el madrileño. Pero Madrid defiende su plaza y lo hace con un As bajo la manga. El de Álvaro Burdiel.
El sevillano tiene su corta experiencia como hándicap, pues apenas debutó con picadores el pasado 12 de junio en Anchuelo, pero no podemos perder de vista que se trata del último triunfador del «Camino hacia Las Ventas», de un novillero que siempre destacó en cada uno de los certámenes en los que participó y, sobre todo, que es dueño de un concepto de toreo que reúne lo mejor de la escuela de Madrid, pues en él se aúnan la elegancia del toreo clásico, la seriedad del dominio, la firmeza de un valor seco y ese toque de pellizco sevillano que le viene de cuna.
Ya en Anchuelo dejó una profunda huella tras salir triunfador de una tarde en la que fue el único que tocó pelo. Es cierto que su éxito pudo ser mayor de haber andado acertado con la espada, pero su tarjeta de presentación quedó ahí. Y su candidatura para ser un finalista también. Él, como todos, deberán demostrar un paso adelante, una evolución, en esta segunda ronda clasificatoria para poder asegurarse un tercer contrato, pero si de algo podemos estar seguros es de que en Álvaro Burdiel, la Escuela de Madrid tiene a uno de los más firmes candidatos para hacerse con el trofeo.